Nací siendo un guerrero, la vida fácil no está en mi destino, muchas veces he enfrentado y enfrentaré la espada enemiga mas no caeré por su peso, sólo caeré por el mío propio cuando no tenga brazos, piernas y un corazón para pelear.
Lucho todos los días contra mi propio corazón que aunque me aconseja a veces me traiciona y me hace olvidar mi destino, lucho por ser más fuerte y más hábil para enfrentar mi próxima batalla, lucho contra aquel que me desvía de mi camino, contra aquel que me hace creer que no tengo valor, lucho contra el que me ha herido y aunque a veces pierda juro que esa cuenta pronto será saldada.
Sólo escucho a mi instinto que me obliga a ser justo, no formo parte de un grupo ni me escondo bajo la sombra de quienes creen que pueden pensar, sentir, o hablar por mi. De mi boca se escucha el sentir de mi corazón, no necesito que se expresen por mi y cuando mi voz es tenue o se quebranta por alguna razón, mis ojos y mi mirada son suficientes para expresar lo que siento. Los ojos de un guerrero son el espejo de su alma y su espada la forma que toma el brazo para ejecutar los deseos de su corazón.
Me equivoco y muchas veces pero no temo aceptarlo, lo único que temo es no poder enmendarlo.
Lloro, es cierto, por qué no, si soy un simple humano pero creo que existe un Dios que me escucha y aunque yo nunca lo escuche a El puedo ver su manifestación en muchas cosas, muchas veces me creí perdido, muchas veces sin aliento y herido y justo antes de derramar mi última gota de sangre ese inmenso calor llenó de nuevo mi cuerpo dándome fuerzas para continuar viviendo. Ese es el calor que viene de alguien supremo que promete morada para aquel que luchó con justicia.
Por eso no temo morir, porque sé que tendré en dónde descansar por fin de ésta eterna lucha que inició cuando vi la luz por primera vez y que terminará cuando la observe por última, antes jamás será porque a lo único que temo es a rendirme algún día.
Este largo camino terminará solo cuando descanse en un prado verde con la mirada perdida en el azul del cielo, con mi espada a un lado y la satisfacción de haber tenido el valor de vivir y morir por lo que creí justo